dimecres, 26 de desembre del 2012

Navidad con y sin ellas

Es lo que tiene la navidad: es cuando más conscientes somos de quién ya no está.

Siempre las he vivido intensamente, tienen algo mágico que no sé muy bien como explicar. Parece como si, especialmente en estas fechas, nuestros seres queridos que se marcharon se hicieran más presentes.  Siempre acabamos con esa sonrisa y la lagrimilla al mismo tiempo, recordando algún momento especial que hemos vivido con ellos.

Hoy hemos estado dándonos regalitos. Es inevitable pensar que Júlia podría estar abriendo los suyos. Quizás estaría gateando por casa de su abuela. Hoy sería el centro de atención. Pero ni siquiera pude estar con ella las navidades pasadas...

Aina, recibió sus primeros regalos el año anterior. Hoy también tendría que haber habido algún paquetito para ella, pero... 

Aún así, su papá y su abuela se han acordado de ellas. Han tenido sus regalos. No ha sido aquel objeto con el que jugar, o aquella ropita para vestirlas... Pero han sido sus cositas, para seguir recordándolas: sus flores, sus velas, su cajita...

Mi orgullo de mamá se vuelve enorme al ver cómo se siguen acordando de ellas. GRACIAS

dilluns, 24 de desembre del 2012

Bon Nadal, petites

Confitets meus, 

Són dies molt especials, de família, que mai seran complets perquè hi faltareu vosaltres. Però aquesta absència serà només física... Sempre us duc dins el meu cor...

Aquest any, a més, hi sereu de manera simbòlica. El papà i jo hem comprat un gerro i les vostres floretes. Les hem deixat a ca la padrina i així les podrem veure aquests dies.


També he tengut ganes de crear alguna cosa, així que he fet aquestes flors per posar les vostres espelmes. Ha estat un regal de nadal per a la padrina. Fan un llum tan especial... N'hauré de fer unes també per a casa..


Bon Nadal, Júlia! Bon Nadal, Aina!

Vos estim tant...

dilluns, 17 de desembre del 2012

Eira: la hermanita de Àuria

Lamento mucho ver como cada día alguna mujer pierde a su deseado bebé. Pero esta vez me duele el alma...

He hablado alguna vez por aquí de Àuria. Hoy su hermanita, se ha ido con ella a ese lugar de luz. Lo siento tanto... Cuando conoces la historia de sus papás, cuando has visto su dolor, la recuperación día a día, el camino andado, la paz conseguida, la ilusión de nuevo y, de repente, vuelve el dolor horrible, insoportable...

Es tan injusto. Siempre lo es, pero esta vez... Es especial.

Tengo tanto que agradecerle a su mamá... Siento que tenga que volver a pasar por esto...

Lo menos que puedo hacer es este pequeño homenaje. Hoy las velitas de Júlia y Aina se encienden por una pequeña muy especial que se ha ido demasiado pronto.

Mil petons, fesoleta! Una abraçada ben gran per als teus pares.

(Texto editado. Fesoleta tiene un nombre precioso: Eira)

divendres, 14 de desembre del 2012

Acompañar en el duelo

Aunque he ido hablando de ello en diferentes escritos, pensaba que estaría bien recogerlo en uno sólo. Para una madre que ha perdido a su bebé es muy importante sentirse comprendida por los que tiene más cerca, aunque no todos quieran entender…

He escogido fragmentos de libros de una carta que Ana, mamá de Alejandro, escribió para sus familiares y amigos (gracias, Ana). No sé si de esta manera será más fácil darse cuenta de que no soy un bicho raro y de que mi comportamiento en estos meses es “normal”. Simplemente, soy una mujer-madre en duelo por sus bebés que se fueron antes de tiempo.

Así, si quieres ayudarme:

Valida mi pérdida. Sé que eran muy pequeñas, que socialmente sólo se consideran fetos, que no pasaron de la vida intrauterina. Pero eran mis hijas mientras estaban en mi vientre y lo siguen siendo. SIEMPRE voy a ser la mamá de Júlia y Aina.

“La mujer se siente madre desde el momento en que se siente embarazada, afirma Cristina Silvente (psicóloga especialista en temas de embarazo) hablando del vínculo. Los estudios más recientes sobre la cuestión vienen a dar explicación científica a algo que ya notaron o intuyeron muchas mujeres embarazadas.(…) Parece ser que estas células fetales pueden permanecer en el cuerpo de la madre hasta más de 20 años después del embarazo. Las criaturas que viven en nuestro interior dejan huella. Las madres de los bebés no nacidos lo sabían, pero ahora lo explica la ciencia.” (I)

No la compares con otras pérdidas. El dolor no se puede medir. Mi dolor es mío, es el que yo siento. Yo no lo comparo con la pérdida de un hijo en vida, ni con ningún otro tipo de pérdida. No lo hagas tú.

“La pena es como la huella dactilar: reconocible para todo el mundo y, sin embargo, no hay dos huellas iguales. Esto es lo que vive un padre cuando su hijo muere, diferente a cuando un hombre se convierte en viudo. (…) 
El duelo toca todas las dimensiones y niveles de la vida de alguien, es más que tristeza y depresión. Es una escala de sentimientos, desde angustia y agresividad, hasta culpabilidad, confusión… Pero no sólo sentimientos, también llega a cada apartado de la vida: situación laboral, relaciones con otros e incluso la imagen de uno mismo. Pero la dificultad no es sólo las emociones, sino que lo inhabitual es la intensidad de éstas. (II)

No me juzgues. No pienses en qué harías tú si te encontraras en mi lugar. Uno nunca sabe cómo se comportará ante una situación hasta que tiene que enfrentarse a ella. Así que piénsalo dos veces antes de darme un consejo, antes de criticarme. Si no sabes qué decir, mantente en silencio. No pretendas distraerme u obviar el tema para no hacerme pensar en ello. Callarlo no va hacer que el dolor desaparezca. Si no puedo exteriorizarlo, ¿cómo voy a estar mejor? No te preocupes, el recuerdo de mis hijas no es desagradable para mí, al contrario. No intentes hacerme olvidar, no es posible. 

“Mucha gente no sabe qué es el duelo. Después de algunos días de la pérdida no vuelve nadie de alrededor. La gente piensa que el suceso ha pasado y olvidado. Pero para los padres la pena es para siempre. (…)” 
“Consolar no es conocer la respuesta. Tampoco dar todo tipo de consejos bien intencionados que pueden agotar a los padres. Mucho menos, desplazar la rabia y recetar cómo se tienen que sentir. (después de X tiempo = X sentimientos)
Consolar es escuchar con atención de tal manera que la pena en palabras y lágrimas puedan salir hacia fuera.
Consolar es saber callar y con una mirada, una caricia hacer sentir señales de esperanza, seguridad y confianza. Es compartir la pena más que quitarla (la pena nada la quita).
Consolar es atreverse a sentir la pena. Consolar es ayudar a los padres a vivir con las preguntas de las que no hay respuestas. Consolar es más bien escuchar cómo se siente, en lugar de decir a los padres cómo tienen que sentirse, ayudar a dar la oportunidad a los padres para expresarse. “(III)

“Cuando mi hijo falleció, muchos de mis amigos no me entendían. Era como si esperaran que ya estuviera bien una semana después del funeral. Después de un tiempo comprendí que necesitaban que yo estuviera ‘bien’ porque no sabían relacionarse conmigo si no lo estaba.”(I)

Sé paciente conmigo. Soy consciente de que mi humor cambia constantemente, de que muchas veces no me reconoces. Tengo la sensibilidad a flor de piel y puedo reaccionar de manera inesperada. Ten en cuenta que el que habla es mi dolor. No pretendo ofenderte.

“Un terremoto emocional: Quedas sepultado debajo de los trozos rotos, te sientes apartado del mundo, todo hace daño, y cuesta un gran trabajo sacar un poco la cabeza de los escombros. Gradualmente tienes que levantarte del caos. Te miras al espejo y no te reconoces más. (…)
Es normal sentirse aturdido, como anestesiado y no poder darse cuenta de la realidad. A veces puedes tener miedo de no salir hacia afuera nunca más. Todos los sentimientos son normales, también el sentimiento de no sentir más. La persona no elige estos sentimientos en el proceso de duelo. Aparecen sin más. Asimilar el luto y la pena significa: asimilar los sentimientos como una parte del proceso de subir hacia arriba. Y esto lleva tiempo.” (II)

Confía en mí y dame tiempo. Sé lo que tengo que hacer, sé lo que necesito y lo estoy haciendo. A mi manera. No te fijes en lo que me queda por recorrer, sino en todo lo que he avanzado. No, no es más fácil mirar hacia otro lado, hacer como si nada hubiera pasado. Porque sí ha ocurrido: he estado embarazada dos veces y no tengo a ninguna de mis hijas conmigo. No, no me estoy anclando en el pasado, estoy avanzando ¡y mucho! Ojalá fueras capaz de verlo...

“En el proceso de duelo la persona lo asimila a través de revivir los recuerdos. El recuerdo de un embarazo no es lo mismo, la persona tiene que guardar luto de alguien que apenas ha conocido. Y esto, dificulta asimilarlo.“ (IV)

“El proceso de asimilar la pérdida de un hijo es, sobre todo, difícil porque tienes que despedirte de tus expectativas, tus ilusiones y planes (tu futuro). Para nuestro alrededor apenas existió este niño. De aquí que la pérdida de un bebé en el vientre materno raras veces sea considerada como una pérdida. Pero para los padres, se trataba de algo sólido, algo que existió. (…) Los padres se sienten por esta incomprensión especialmente solos. Junto a la pena y shock por la pérdida, tienen que sentir el silencio, la evitación y la huida de la gente de su alrededor. Reciben la sensación que pueden estar muy poco tiempo tristes. El acontecimiento es silenciado como una tumba o tratado ligeramente, se oye con frecuencia la reacción ‘eres joven, tendrás más hijos’. Pero este hijo es para los padres único. “ (III)

“Cosas que deberíamos evitar:
1. Intentar que no exprese su dolor o acallarle con frases ‘no llores más, tienes que ser fuerte, tendrás otros hijos…’
2. Decir que sabe lo que siente: aunque haya pasado por lo mismo, no puede saberlo.
3. Minimizar su dolor: ‘tranquila el tiempo lo cura todo, aún no estaba formado… Cada hijo es único aunque tengas una docena, estén formados o no, y el amor y dolor por ellos no se puede medir por eso. A mi padre, una vez que estábamos todos los hermanos juntos, le preguntaron Tiene usted familia numerosa? , y mi padre contestó: ‘No!, tengo cuatro hijos únicos’. Cada uno de nosotros era importante por sí mismo a los ojos de mi padre.
4. Explicar a la persona que ha sufrido la pérdida lo que tiene que hacer. La persona en duelo sabe lo que necesita y ya lo hará, si le dejamos.
5. Desaparecer.
6. Delegar en otros la ayuda. Una cosa es sugerir que se implique más gente y otra que usted se escape. Todos somos importantes.
7. Aislar a la persona de su familia. (…) ‘No te invitamos a la fiesta porque pensamos que no ibas a venir’. El doliente ya nos informará sobre si quiere venir o no. Lo mejor es decirle ‘Vamos a hacer una fiesta y estáis invitados; nos gustaría mucho que asistierais, pero podemos entender que no os apetezca. La decisión es vuestra’.
8. Esperar que el doliente rehaga su vida cuando usted decida que ya ha pasado un tiempo prudencial. El tiempo en cada uno es diferente.
9. Aguardar que los padres en duelo den el primer paso. ‘Cuando me necesitéis me llamáis’ (…). Mejor dé el primer paso: llámeles y ofrézcase para algo concreto.”
“Nos duele el dolor de los otros y por eso intentamos que no lo expresen, pero ocultándolo no vamos a hacer que esa persona tenga menos dolor.”(I)

Sé que si alguna vez te has comportado así no lo has hecho con mala intención. Sé que sólo pretendes ayudarme y que no sabes muy bien cómo hacerlo. 

Espero haberte ayudado.

(I) CLARAMUNT M.A.; ÁLVAREZ M.; JOVÉ, R. Y SANTOS,E. La cuna vacía
(II) KEIRSE, M. Huella dactilar de la pena
(III) SPITZ, B; KEIRSE, M; VANDERMEULEN, A. Si pierdes un embarazo
(IV) KEIRSE, M. Ayudar en la pérdida y pena

dilluns, 10 de desembre del 2012

La pareja y la pérdida

He compartido muchos sentimientos aquí, muchas experiencias. Cuando empecé con el blog, no tenía muy claro si hacerlo público, pero alguien me animó y, aunque en muchos momentos me sienta "desnuda", saber que puedo estar ayudando de alguna manera a personas que han tenido experiencias semejantes a las mías, me hace sentir bien.

He hablado mucho sobre mí, pero no sé si tanto del papá y de qué manera estamos viviendo la paternidad/maternidad como pareja.

Nos costó decidirnos a tener un hijo, pero finalmente nos ilusionó la idea. Recuerdo que el día del positivo él se compró un buen chuletón para comer "No todos los días se entera uno de que va a ser papá". Esa ilusión del principio, me enternece. Nunca más volveremos a sentirlo de la misma manera. Era nuestra primera hija y con ella se fue la inocencia.

No viví mis embarazos con especial emoción. No sé si es que ya temía el desenlace, pero me costaba crear un vínculo con ese bebé que crecía en mi interior. Ahora me arrepiento. Al papá también le costaba. Participó en todo lo que pudo, pero no dejó de ser una idea abstracta para él. A parte de unas ecografías y la escucha de un doppler, su vida no se vio afectada. Los cambios los experimentaba yo y él acompañaba cómo bien sabía. En general, los papás no llegan a ser conscientes del todo hasta que ese bebé llega.

Por eso mismo las pérdidas las hemos vivido de distinta manera.  Le ha dolido, claro que sí, lloró como nadie durante y después del parto. Fueron los momentos en los que yo me sentía más fuerte y en los que intenté protegerlo. Después llegó mi caída y el se convirtió en el pilar de la familia. Es curioso como, sin darnos cuenta, nos complementamos. Pero, al mismo tiempo, eso que nos complementa también nos separa.

Imagino que él, por su manera de ser, por sus vivencias, tiende a poner la mirada hacia adelante. Yo necesito tener más presentes a nuestras hijas, hablar de ellas y recordarlas. Siempre hemos respetado los sentimientos del otro, pero las formas de sentir nos han alejado.

No voy a negar que es difícil volver a encontrar el equilibrio en la pareja. Un hijo te cambia la vida, incluso cuando no llega. Las necesidades de una y otro no son las mismas.

Pero vamos haciendo camino. La comunicación está siendo básica. Aprender a pedir, aprender a escuchar. Volver a encontrarnos como pareja, como personas diferentes a las que éramos. Saberse amado/amada. Volver a enamorarse. Creer en un proyecto de familia que, aunque truncado, sigue ahí, con ilusión.

Es importante apuntar que estamos necesitando ayuda profesional para ello. Una mirada externa que nos ayuda a "traducirnos". Ha sido una muy buena decisión.

Otro regalo que nos están dejando nuestras hijas. 

diumenge, 9 de desembre del 2012

Madres que me ayudan a levantarme

No sé ni por dónde empezar porque la emoción me puede... 

Llevaba unos días un poco difíciles. Hay momentos en que todo se junta y vuelve la caída. Poco a poco estoy aprendiendo a dejar fluir los sentimientos, sean del tipo que sean. Permitirme sentir es lo único que se me ocurre hacer para estar mejor... Aunque eso no evite el dolor...

Van pasando los días, los meses, y me doy cuenta de cómo la vida continúa y parece que se olvida de recordar. Sí, supongo que así debe ser, no podemos anclarnos en el pasado, pero lo único que me queda para que mis hijas no se desvanezcan del todo es mantener vivo su recuerdo. Y me siento tan sola en esto...

Por suerte, tengo el rinconcito. Todas las mamás de SUA (Superando un aborto) entienden perfectamente lo que me pasa. Por desgracia han tenido que pasar también por situaciones similares.

Mi emoción viene de allí, de todas las madres que han dedicado un ratito a leerme, de aquellas que con tanto cariño me han respondido y, en especial a Kris, por acordarse de manera tan especial de mis hijas y regalarnos estas imágenes. Esto es lo que ella me contaba:

Hoy por la mañana hemos ido al monte, a ese lugar tan especial donde hacemos nuestros rituales para nuestro pequeño y he visto que alguien había puesto dos plantitas preciosas y me he acordado de ti.


El viernes cuando fui a comprar unos detallitos para el árbol de navidad, me gustaron unas velitas con forma de florecitas. En la tienda solo quedaban tres: dos de color rosa y uno de color azul, como mi niño Peru. También me acordé de ti.

Estos pequeños detalles hacen brillar el alma y me emocionan de tal manera... Júlia y Aina están presentes en personas que ni siquiera nos conocen pero, en cambio, saben de su importancia. No pararía de dar las gracias...

Nuestros hijos e hijas, con su partida, nos dotaron de una sensibilidad especial y de una nueva manera de apreciar las pequeñas cosas de la vida.

Kris eta Peru, ESKERRIK ASKO

Gracias a todas estas mujeres, madres, que después de la caída, me ayudan a levantarme.

divendres, 7 de desembre del 2012

Nou i quinze mesos

El temps no s'atura, torna a ser 7. Un dia trist, però també màgic.

Júlia, la meva nina gran, 15 mesos sense tu pero al mateix temps ets més aprop que mai...

Aina, vida meva, la meva nina preciosa, fa 9 mesos que vares partir..

Sempre em deman perquè triàreu el mateix dia... 

Com sempre, us vull donar les gràcies per convertir-me en mare. Encara que no ha estat com jo voldria, estic tan contenta d'haver compartit aquell temps amb vosaltres i de tot el que m'estau ensenyant...

Aparentment, serà un dia com sempre, però vosaltres i jo sabem que és el nostre dia especial. 

T'estim, Júlia. T'estim, Aina. 

Mil besadetes, confitets meus!

divendres, 30 de novembre del 2012

El principito

- No se ve lo que es importante...
- Seguramente...
- Es como la flor. Si amas a una flor que se encuentra en una estrella, es agradable mirar el cielo por la noche. Todas las estrellas están florecidas.
- Seguramente.
- Es como el agua. La que me has dado de beber era como una música, por la roldana y por la cuerda... ¿Te acuerdas?. Y luego te voy a hacer un regalo...
Volvió a reír
- ¡Ah!, hombrecito... ¡Me gusta oír tu risa!
- Precisamente, será mi regalo... Será como con el agua...
- ¿Qué quieres decir?
- Las gentes tienen estrellas que nos son las mismas. Para unos, los que viajan, las estrellas son guías. Para otros, no son más que lucecitas. Para otros, que son sabios, son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero todas esas estrellas no hablan. Tú tendrás estrellas como nadie ha tenido.
- ¿Qué quieres decir?
- Cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas, como yo reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las estrellas. ¡Tú tendrás estrellas que saben reír!
Y volvió a reír.
- Y cuando te hayas consolado (siempre se encuentra consuelo) estarás contento de haberme conocido. Serás siempre mi amigo. Tendrás deseos de reír conmigo. Y abrirás tu ventana, así... por placer... Y tus amigos se asombrarán al verte reír mirando el cielo. Entonces les dirás: «Sí, las estrellas siempre me hacen reír», y ellos te creerán loco. Te habré hecho una muy mala jugada…
Y volvió a reír.
- Será como si te hubiera dado en lugar de estrellas un montón de cascabelitos que saben reír…

Antoine de Saint-Exupéry

dimecres, 28 de novembre del 2012

La canción de Joan

Joan volvió a la luz antes de tiempo, hace casi dos meses. Hoy he podido conocerlo mejor gracias a su mamá. Ha sido una fría tarde de noviembre, pero muy cálida en lo emocional.

No sabéis cómo se agradece poder hablar abiertamente de tus vivencias, de tus sentimientos, sintiéndote escuchada y entendida. ¡Había tanto amor en todo lo contado! Por un momento, visto desde fuera, he pensado que era como cualquier conversación que pueden tener dos madres sobres su hijos. Y, eso era, de hecho, aunque esas dos mamás no hayan tenido la oportunidad de cuidar de esos pequeñines más allá de su vientre.

Si muchas de las personas de nuestro alrededor, esas que no sacan el tema por no hacer más daño, nos hubieran escuchado allí, tranquilamente, se darían cuenta del bien que nos hace poder hablar de nuestros hijos. Verían que no es algo desagradable, sino todo lo contrario. Si quisieran escuchar de verdad, aprenderían tanto... ¡Ellos se lo pierden!

Entre conversaciones y recuerdos junto a una taza de café ha sonado una canción: su canción, la de Joan, esa que su mamá tan bien conoce. Ha sido emocionante... Hacía poquito que su mamá me lo había comentado y ha sonado. ¿Casualidad?

Quizás ha sido Joan, permitiéndome a mí también sentirle cerca. Se lo agradezco enormemente.

Gràcies, petitó! Gràcies, Bel! 

diumenge, 25 de novembre del 2012

Tres florecitas

Me encantan las "casualidades"...

La abuela ha ido a comprar flores para llevar al cementerio. Allí descansa el cuerpo de mi hermana que murió a los pocos días de nacer. Mi madre también ha tenido sus pérdidas... Júlia y Aina le deben el símbolo a su tía: esa pequeña que nunca conocí, pero a la que mandaba besos a través de las flores que le llevábamos. Supongo que para mí, desde siempre, las flores han representado a los bebés que no están.

En la floristería sólo les quedaba un centro: uno con capullos blancos y tres gerberas naranjas. ¡Qué curioso! Las flores de mis hijas. Tres, una por cada una de nuestras niñas que se fueron demasiado pronto. 

Sí, puede haber casualidades, pero yo prefiero creer en la magia de la vida. Siempre es más divertido, te emociona y te hace brillar el alma.

Mil besos para nuestras tres florecitas

dissabte, 24 de novembre del 2012

Un pequeño hueco que llenar

Yo pensaba que no quería ser madre. Durante años el papá y yo decíamos, bajo las miradas horrorizadas de los demás, que no sabíamos si seríamos padres algún día. Es una opción, totalmente comprensible. No hay obligación alguna de procrear, incluso creo que decidir no tenerlos es una clara muestra de respeto por la paternidad/maternidad. Pero esa no es la razón de mi escrito.

En realidad yo siempre quise ser madre, incluso cuando no lo sentía. Ahora me doy cuenta de la cantidad de detalles relacionados con ello que ha habido en mi vida, desde siempre.

Cuando hice visible ese deseo, todo en mi vida cambió. De repente cada decisión tomada iba encaminada a una futura maternidad. Todo se magnificó cuando me convertí en madre, cuando Júlia decidió ocupar mi vientre. Nada tenía sentido si no estaba relacionado con nuestra hija. Con su partida mi cabeza eligió como meta tener un hijo terrenal. Y eso no ha sido bueno para mí. 

Lo contaba en un escrito anterior. He estado tan pendiente de ser madre, que me he perdido todo lo bello de mi vida, la de ahora. Hace unos meses escribí en Disfrutar de la vida, ese nuevo planteamiento. Hoy, meses más tarde, creo que lo voy consiguiendo.

Creo que mi cuerpo quiere que haga un máster en falta de control. A mi ovario izquierdo le ha dado por ovular más tarde de lo habitual. No uno, ni dos días, sino 12. Con lo cual me paso casi dos semanas más de la cuenta esperando saber si estaré o no embarazada. Pero aprendo rápido y ya sé leer en mi cuerpo que no existe tal embarazo. El señor clearblue y semejantes no van a hacerse de oro conmigo...

Estoy aprendiendo a ser paciente. Por algunas historias médicas debo esperar un tiempo a intentarlo, pero no me preocupa, no hay prisa. Tengo claro que ya llegará el momento.

He conseguido ver que no soy yo quien decide cuando va a llegar, poco podemos hacer sus padres a parte de querernos. Además estoy descubriendo la parte mágica de todo esto; una especie de sorpresa, de juego, con nuestro futuro hij@: ¿cuándo decidirá llegar? Y tiene su gracia.

Me he dado cuenta de que un bebé merece llegar para compartir y disfrutar la felicidad de nuestro hogar. No podemos pretender que la traiga con su llegada. Seria demasiada presión, demasiado peso para el bebé y para nosotros como pareja, como familia.

También soy consciente de que a parte de cuidarme como haría por mí, por mi bienestar, poco puedo hacer para que ese bebé, cuando llegue, se quede con nosotros. Así que no vale la pena cargar la mochila con posibles "y si". No sé qué, ni cuando ni cómo ocurrirá. Ya torearemos ese toro cuando llegue.

Y por último, y en resumen, que debo aprender a vivir el momento. En realidad es un gran regalo para un nuevo hij@, disfrutar del aquí y el ahora, como se vive en la infancia.

A pesar de todo, la meta sigue siendo la maternidad (la terrenal), no puedo negarlo. No la pido ahora, ni mañana, ni en unos meses, ni en un año, ni dos... Yo voy haciendo mi camino disfrutando de lo que tengo, que es muchísimo. Pero quiero creer que un día alguien llegará a compartir nuestra vida. Mis hijas dejaron abierto ese huequecito en mí y me deseo llenarlo. Algún día, de alguna manera...

dijous, 22 de novembre del 2012

El trabajo de duelo

Gracias Kris, por compartir este escrito, extraído de la web de Bidegin.

El trabajo de duelo, es el compromiso que tomo conmigo mismo/a y con la vida para avanzar en el dolor y el sufrimiento que experimento tras la pérdida de mi ser querido, con el objetivo de recordarlo y sentirlo sin que me duela tanto. Es un proceso, por tanto, activo.

Cuando perdemos a un ser que amamos, nos invaden la tristeza, la culpa, el miedo, la rabia…Es necesario que nos permitamos vivir todas estas emociones, podamos expresar todo lo que sentimos, poniéndole palabras. Poco a poco, estas emociones van a ir saliendo de nuestro ser dejando todo el espacio que quede al amor y a la gratitud que sentimos hacia esa persona que compartió nuestra vida.

El proceso del duelo, duele. Y duele tanto porque amamos. Este amor nunca muere. Siempre estará con nosotros, y también con el tiempo irá dando sus frutos.

dimecres, 21 de novembre del 2012

L'arribada de n'Aina

Aina, petitona, avui fa un any que vaig saber que havies arribat, que m'havies triat com a mare.

Feia uns dies que em sentia especial, que el meu cos em deia que anaves creixent dins meu. Vaig demanar-li al papà que anés a comprar una prova d'embaràs. No vaig poder esperar el dematí següent, i aquell mateix horabaixa, en arribar de fer feina, la vaig fer.

Tot d'una va sortir una línia rosa, suau, que s'anava enfosquint. Em feia dubtar... Li demanava al papà, "¿tú ves dos rallitas?". Va ser una sorpresa la teva arribada. No et vares fer esperar. Estàvem tan contents! Jo, en un núvol.

Sense gairebé creure'm el que acabava de passar, vaig a anar a contar-li a la padrina la bona notícia. No s'ho esperava, gens! Però ens vares fer tan feliços!

Tant de bo la por m'hagués deixat gaudir més del temps que passàrem juntes.

Aquí deix la imatge d'aquella prova que em va confirmar que eres amb mi.


I amb mi segueixes, d'alguna manera.

T'estim.

Mamà.

diumenge, 18 de novembre del 2012

Vaciando la mochila

Siento que debo compartir uno de los aprendizajes más importantes que he hecho en el camino del duelo y de la vida. 

Siempre he sido previsora, más bien, controladora. Tengo la mala costumbre de adelantarme a lo que me va a pasar, sopesando todas las opciones, eligiendo cuál es la más acertada. Tengo soluciones hasta para las situaciones que no han ocurrido aún y puede que nunca pasen. Llevo en la espalda una mochila llena de remiendos para todos los casos hipotéticos que me pueda encontrar en este camino de la vida. Es tal la cantidad de peso innecesario, que no me permite disfrutar del viaje. Hace que sea agotador. 

Por otro lado, esa visión de la meta, del objetivo a cumplir, las prisas, hacen que sea incapaz de pararme y observar lo hermoso del paisaje. ¡Me estoy perdiendo tantas cosas bellas que ocurren a mi alrededor!

Por suerte (y bien acompañada) he podido ser consciente de ello. Aunque después de 33 años de funcionar así, no es fácil modificarlo. Bueno, creo que de niña era capaz de vivir más al día, o eso espero. Me pregunto cuándo, cómo y por qué empecé a cambiar...

Poquito a poquito, pasito a pasito, estoy empezando a identificar todas esas cargas que llevo de más en mi mochila personal. Estoy consiguiendo dejar de lado aquellas que no necesito para este momento concreto de mi vida. De nada me sirve intentar solucionar algo que no está ocurriendo y que, seguramente, si ocurriera, no sería de la manera que yo tengo prevista. ¡Hay tanto que escapa de mi control y es tan complicado aceptarlo!

Aún queda trabajo por delante, mucho por vaciar. Una no siempre elige los pensamientos que llegan a su cabeza. Pero ya me siento más ligera. 

dilluns, 12 de novembre del 2012

Viaje a Ítaca

He vuelto a editar el texto porque algo ha cambiado. ¡Lo siento tanto! Pero aunque la noticia no haya sido la esperada, no quería eliminarlo. Algún día llegará.

Algún día empezará un viaje a un Ítaca muy especial para una gran familia, de hecho ya ha empezado. Los quiero, me han acompañado y me han enseñado mucho. ¡Me alegro tanto por ellos!

Nadie sabe qué encontraran en ese viaje, qué riquezas o perfumes o puertos hallarán, en mañanas de verano. Deseo que no encuentren lestrigones ni cíclopes. Su alma está llena de amor y se mantendrá lejos del colérico Poseidón.

Su vida, así, tendrá otro aroma, otro color...

¡Qué precioso regalo llegará del cielo!

Con todo lo aprendido, con vuestro ejemplo, con vuestra sabiduría, con vuestra ilusión y esperanza, preparamos también el viaje a nuestro propio Ítaca. Quizás un día, no muy lejano, lo emprenderemos...

dimecres, 7 de novembre del 2012

Vuit i catorze mesos

Ai, petitones... Quin dia!

Avui no he aturat... Molta feina! Vos he tengut present durant tot el dia però, amb l'activitat del dia, necessitava tenir un momentet de tranquil·litat, d'aturar-me a pensar, a connectar amb vosaltres... Només arribar a casa he encès les vostres espelmes, avui una mica més tard que de costum... I ara, abans de que acabi el dia, volia dedicar-vos unes paraules, com cada mes, el nostre 7.

Què importants sou a la meva vida! Mai hagués cregut que fos possible estimar així... És tan gratificant! "Amor en estado puro", que diuen. A més tenc la sensació de rebre tant... No són abraçades, ni besades, ni somriures, ni mirades... Però hi ha un no-sé-què en tot això... Simplement em fa estar bé.

Júlia, la meva nina gran, la primera, he après a estimar-te, més bé diria que m'he permès fer-ho.

Aina, confitet, petita meva, preciosa, tu ho has provocat, amb la teva partida. Tenc tant que agrair-te...

Vos estim, filles meves, ara i sempre.

diumenge, 4 de novembre del 2012

Aina y yo: nuestra despedida

Martes 6 de marzo. Llevo toda la semana muy nerviosa. El viernes tenemos la eco de las 20 semanas, no llegamos a ella en el embarazo anterior. Además han puesto de nuevo el capítulo de Anatomía de Grey en el que nace la niña prematura; no he querido/podido verlo. Esta noche he tenido un sueño muy raro: en una consulta a la matrona, en casa de mi padre, me dicen que es una niña. A ratos la tengo en brazos y a otros está en mi vientre. Me siento rara...

Voy a trabajar. Los martes salgo tarde y cansada. De camino al coche un pinchazo en el vientre que no me deja andar, como el de la semana pasada. No se asemejan a las contracciones que tuve en el embarazo anterior y sólo me ha pasado dos veces. En urgencias dijeron que era muscular, no tenía infección, pero sin eco no acabo de estar tranquila. Yo me encuentro bien...

Al llegar a casa voy al baño y me encuentro una mancha de sangre. Empiezo a ponerme muy nerviosa. Nos vamos a urgencias. Mientras esperamos a que nos atiendan no puedo parar quieta. Oigo una especie de ¡plof! y siento una gran cantidad de líquido caliente entre las piernas. He roto la bolsa y me doy cuenta de que voy a perder a mi bebé.

El papá llama al timbre de ginecología y nos dejan pasar. Estoy chorreando y en shock, no puedo creer lo que está pasando. No puedo parar de andar arriba y abajo. La enfermera me dice: tranquila... Tengo ganas de gritarle, pero al final le explico que ya sé de que va todo esto, que perdí una niña hace 6 meses. Me repite que tranquila, que ahora me verá el ginecólogo. Odio la sensación de parsimonia que me transmite. Al final parece que se da cuenta de la situación y me ofrece cambiarme de ropa.

El ginecólogo de turno me hace una eco. Allí está mi bebé, no quiero mirar. Pone el sonido del corazón, es una tortura escucharlo sabiendo que no va a sobrevivir. El papá y yo nos miramos con cara de circunstancias. Me dan ganas de estamparle un bofetón al doctor. Nos explica de una manera algo extraña que no hay nada que hacer. Me quedaré ingresada a ver si el parto avanza.

Me bajan a la habitación. Fuera están mi madre y mi cuñada esperando. No puedo olvidar la cara de mi mamá. Por suerte siguen teniendo buenos protocolos en estos casos y puedo tener una habitación para mí sola. Es en maternidad, pero la verdad es que no me importa. Aunque creo que deberían tenerlo en cuenta. No recuerdo mucho de esa noche, sólo sé que no quería ver caras tristes, ni compadeciéndose. No sé si lloré. Creo que seguía en shock.

Al día siguiente una ginecóloga maravillosa (¡al fin!) viene a explicarnos lo que pasa. El bebé sigue con vida aunque no puede sobrevivir ya que no tiene ni gota de líquido amniótico. Tenemos tres opciones: esperar al parto, esperar a que el feto muera y provocarlo o firmar la interrupción voluntaria del embarazo. Tenemos tiempo para pensarlo. Ni me lo pienso, quiero acabar ya con todo y volver a casa. Pienso si ese bebé estará sufriendo sin líquido, como un pez fuera del agua...

Tengo hambre y sed, aunque no puedo comer ni beber por si hiciera falta un legrado. 

Horas más tarde viene otra fantástica ginecóloga a contarme el procedimiento. Dos pastillas vaginales (misoprostol); cuatro horas más tarde me pondrán otra tanda si no ha hecho efecto. Es la misma ginecóloga que me atendió en urgencias en mi primer embarazo. Me da confianza. Me dice cuánto lo siente y me gusta, porque la creo y me acaricia la pierna mientras me habla.

Son las 16.00. Estoy bastante tranquila, incluso consigo dormirme. Estoy con mi madre. El papá ha ido a casa a descansar un rato. Debo avisarle cuando empiece todo. Aunque él preferiría no tener que pasar por ello (no por no estar presente, sino porque no hubiera sucedido) quiere acompañarme en el parto. A las 18.00 empieza la primera contracción. Muevo las caderas de una lado a otro. ¡Qué alivio poder moverse! Expulso algún coágulo y con él las pastillas, prácticamente enteras. Me desanimo y pienso si esto lo hará todo más largo, pero parece que mi cuerpo sigue adelante. 

Tengo alguna contracción más y llamo al papá para que venga. Siento algo que baja por mi vagina. No es un coágulo, es más grande. Es el bebé. Llamamos a la enfermera unas cuantas veces. Finalmente viene, de mala gana. Tengo que decir, a su favor, que con los recortes van saturadas, pero aún así no son maneras. Le digo que ya he dilatado y me contesta que yo no puedo saber eso. Entonces he expulsado algo grande, le contesto yo también de mala gana. Su cara se transforma en cuanto levanta las sábanas. Ahora sí vienen las prisas: celador, enfermeras, auxiliares... ¡Para qué tanta prisa! Mi cuerpo ha hecho su trabajo. Me suben al paritorio con mi bebé entre las piernas. Es una situación muy rara.

Por suerte allá arriba están las buenas profesionales. Se presentan y me explican su función. Me alegro de que dejen pasar a mi madre y a mi pareja, aunque el protocolo diga que sólo uno. Hay parte del cuerpo fuera. Dejarán que haga el trabajo por mi misma. Me gusta sentir la confianza. Como no acabo de expulsarlo nos dejan a solas. No sé si las contracciones han parado. Toso y siento cómo el cuerpo de mi bebé sale completamente de mi cuerpo.

Llamamos al timbre e inmediatamente viene la matrona, al poco la ginecóloga. Les digo que quiero verlo. Me miran con cara extrañada, pero les explico que ya he pasado por ello una vez y sé que lo necesito. Tengo algo de miedo porque no sé que me voy a encontrar. Miro entre mis piernas y me encuentro con una carita preciosa. Es una niña. Es pequeñita, tiene la piel de un color muy oscuro, pero es perfecta. La naricita, la oreja, la boca... Me enamoro profundamente de esa niña. La he creado yo, la hemos creado nosotros. Ojalá el papá quisiera verla, pero no puede. Se mete en el baño. Pienso en cogerla en brazos, pienso en hacerle fotos, pero no estoy segura... ¿Por qué no lo diría? Cierro los ojos e intento guardar esa imagen en mi memoria.

Son las 19.30. Es miércoles 7 de marzo. Aproximadamente la misma hora, otra vez 7, otra vez miércoles. Justo medio año después.

Me gusta que la ginecóloga la coja en brazos delicadamente mientras se la lleva. Veo su manita en alto, también perfecta.

La placenta tarda en salir. Nos dejan intimidad de nuevo. Lo agradezco. La matrona viene a despedirse, acaba el turno. ¡Qué atenta! Me anima a toser de nuevo, a ver si así tenemos suerte con la placenta. Alguna contracción débil y la expulso. La ginecóloga me avisa de que va a ser molesto, pero que va a hacer algo para evitar tener que pasar por un legrado. Me pregunta si quiero un calmante pero no es necesario. Estoy con un subidón que no siento nada, sólo pienso en esa hermosa niña. Me muestra el reloj: son las ocho de la noche. Me recuerda que a esa hora tenían que ponerme la segunda tanda de prostaglandinas y yo ya he acabado. Dice que soy una campeona y además sin analgésicos. Pretende animarme y lo consigue. Anima también a mi madre, diciéndole lo valiente que es, la dificultad que supone ver sufrir a una hija. Realmente se lo agradezco.

Nos dejan intimidad de nuevo. Tenemos que esperar para hacer una ecografia. Invito al papá a tomar algo de aire. Ha sido también muy duro para él. Veo que lo agradece de verdad. Me gusta estar con mi madre a solas y poder hablar de mi princesa. No dejo de repetir lo bonita que es.

La eco confirma que estoy limpia. No hará falta legrado, ni nada. Una tanda de antibióticos por si acaso y de nuevo inhibidor de prolactina para la subida de la leche. No quiero tenerla, pero me pregunto si afectará de alguna manera a una futura lactancia... Tampoco sé que existe el plan b: donarla en caso de tenerla.

De nuevo a la habitación sin compartir. Quieren cambiarme de zona, pero no hace falta. Tampoco recuerdo esa noche. Sólo sé que pensé mucho en la carita de mi pequeña y en las ganas que tenía de volver a casa.

La vuelta al hogar siempre es rara. También volver a vestirse con ropa que ya no queda igual, que muestra una barriga incipiente pero sin bebé. Por suerte el papá no trabaja; me preocupa mucho estar sola. Me refugio otra vez en él, en nuestros perros y en el ordenador.

Y fue así como encontré SUA, como acepté que era madre, como aprendí que no podía borrar el recuerdo de mis niñas, sino aprender a quererlas por lo que son, a pesar de no estar conmigo. Así es como empezó mi duelo por las dos hijas que no vivieron más allá de mi vientre. Así fue cómo nació este blog. 

Los recuerdos de Júlia

Ha sido una especie de visión mientras iba escribiendo mi despedida de Júlia. Sentía la necesidad de contar lo que pasó. De repente, releyendo lo escrito, me he acordado de las ecografías que me hicieron cuando fui a urgencias por las pérdidas. Me he levantado corriendo a buscar entre los papelotes del hospital y allí estaba. Júlia, mi niña mayor, a las 9 semanas. 


Sé que es difícil de entender para quien no haya pasado por ello. Pero me sentía tan culpable por haberme desecho de todos sus recuerdos, que ha sido toda una alegría encontrar una imagen suya. Ahí está, existió, estuvo en mi vientre. Yo la quería y la sigo queriendo, aún más si cabe.

¡Qué gran regalo! Me siento muy feliz.

Júlia y yo: nuestra despedida

Me desperté la mañana del miércoles 7 se septiembre bastante cansada. Había dormido fatal: unos pinchazos en los riñones de vez en cuando y un sueño en el que paría a una niña prematura (quizás el capítulo de Grey's Anatomy que vi el día anterior había dejado huella). Decidí ir a trabajar y ya volvería si me encontraba mal.

En la escalera me encuentro a la vecina.
- ¿Estás embarazada?, me pregunta.
- Sí. No había dicho nada porque tuve algunas pérdidas al principio, pero estoy bien. Hoy estoy algo cansada, pero todo va bien. Mañana sabremos el sexo

Ya en el trabajo tuve un par de pinchazos más: un dolor en la parte baja del vientre que acababa en los riñones. ¿Serán contracciones? ¿Cómo saberlo cuando una es primeriza? Mejor ir a urgencias a que me miren. Recuerdo un gran pinchazo de esos conduciendo el coche de vuelta a casa. Recuerdo exactamente por donde pasaba en ese momento. Algún día, al pasar por allí, me sigue viniendo el recuerdo.

Estaba tan asustada que fui a buscar a mi madre para que me acompañara al centro de salud. Había ido unos días antes con una muestra de un flujo extraño y abundante (que más tarde supe que era el tapón mucoso). Aunque no le dieron mayor importancia, me hicieron un cultivo, por si acaso.

La matrona me recibe, me mira, escuchamos el corazón... Parece que todo bien. Para mi tranquilidad, decido ir al hospital. Nada más recibirme me mandan hacer un análisis de orina. Justamente acababa de ir al baño, así que primero me ve la ginecóloga.

Son las 13.00. Tumbada en la camilla, veo como cambian sus caras cuando empieza a explorarme: tengo el cuello del útero borrado, parece que estoy de parto, Le digo a la ginecóloga, como si ella no lo supiera, que un bebé de 20 semanas no puede vivir fuera del útero. Me manda a la sala de las correas y en un rato vendrá a hablar conmigo.

Intento estar tranquila. Siguen los pinchazos, cada media hora, más o menos. Ni siquiera saben muy bien dónde colocarme las correas: el útero está aún bajo, sólo son 20 semanas... La ginecóloga viene a hablar con nosotras. No sé que le he contado antes pero intuye que sé un poco de qué va todo esto. Me dejaran ingresada, en reposo absoluto, para ver cómo evoluciono. Dicen que es difícil llegar a término con la dilatación que tengo, pero que iremos mirando paso a paso. Mi madre tiene cara de preocupación. Imagino que ha hablado también con la ginecóloga y que no han sido nada optimistas con ella. Aunque estoy muy asustada quiero pensar que todo puede ir bien.

Ya en la habitación aviso al papá para que venga, no quiero alarmarle. Las contracciones siguen, a veces son 10 minutos, a veces son 40. Yo intento moverme lo menos posible, pero el dolor es insoportable. Aunque pienso que lo que dolía con cada contracción es que me iban alejando más de mi bebé.

Nos han dejado una habitación para nosotros solos. Está toda la familia. Necesito levantarme mucho al servicio. Me siento culpable al hacerlo, tendría que estar en reposo absoluto, pero necesito ir al baño y allí el dolor es más soportable.

Me tumbo finalmente en la cama. El papá pone su mano en vientre, ese calor es lo único que me calma, siempre me ha calmado. Me duermo. Me despierta otra contracción, La cara del papá se transforma. Está a mi lado, con el portátil, buscando información. ¡Qué impotencia la suya! Le pregunto si quiere asistir al parto, si todo va mal. El pobre no sabe qué hacer. Él imaginaba asistir, pero en un parto alegre y feliz, en el que conocer a un hijo al que criar.

Por la tarde ya no puedo más. Me suben al paritorio. Al explorarme la bolsa se rompe, dejando un olor hediondo. Hay infección: vía y antibióticos. Siguen las contracciones y una enfermera se pone a mi lado y me coge de la mano. Ha llegado la hora del parto. Me preguntan qué quiero hacer. No me creo lo que está pasando. Sé que pedí no tener dolor y que no quería ver al bebé. ¡Cuánto me arrepiento ahora!.

Me preguntan si quiero estar acompañada. Yo no sabía que hacer. Mi madre o mi pareja, lo que ellos quieran. Recuerdo que alguien me dijo; No, lo que tú quieras. La enfermera sale y entra al rato con mi madre.

A partir de este momento todo está borroso. Recuerdo que en un momento dado me levanté de la cama diciendo que no quería hacer eso, que lo hiciera otra por mí. Había perdido la cabeza. Me levanté y me mareé. En medio de todo el caos tenemos un momento gracioso, de chiste. Mi madre abanicándome con algún objeto (revista o algo así). Me pregunta si me alivia y yo gritando: No vull que me ventin! (no quiero que me abaniquen). La enfermera entra con un abanico grande y mi madre diciendo: No, no quiere que la "venten". Al final en las situaciones más dolorosas, encuentras de qué reírte.

Me ponen un calmante en la vía del que no siento efecto. Estoy tan nerviosa que el personal médico decide dejarnos solas. Recuerdo la cara de preocupación de mi madre. ¡Qué difícil debe ser para ella! Noto algo bajando, mi madre sale a buscar a la matrona y al papá. Efectivamente, está saliendo.

Con la contracción empujo con todas mis fuerzas. Siento la cabeza y el cuerpo que salen de mi. Siento un gran alivio. Pregunto por el sexo: es una niña. Me sorprendo. Alguien empuja la puerta, creo que es el papá y grito: no quiero verla, no quiero que nadie la vea. La enfermera cierra la puerta. Parece que están cortando el cordón. Alguien del personal coge un paquetito envuelto en un empapador y se lo lleva. Es mi hija.

El papá entra con cara de asustado. Ya pasó. Tengo que alumbrar la placenta. Se pone a mi lado, mirando a la pared mientras me toma de la mano. Intento tranquilizarle: ya estoy bien, no me duele. Las enfermeras insisten en que se siente, les dice que no sin mirarlas, no para de llorar. La placenta sale.

Todo ha acabado... o acaba de empezar.

Yo me siento en una nube, tengo mucha pena pero estoy pletórica. ¿Serán las hormonas? La ginecóloga y la matrona me dicen cuánto lo sienten, con cara de sentirlo de verdad, y me explican algo que no recuerdo. No paro de darles las gracias. Me cambian de habitación, lejos de maternidad. Lo agradezco de nuevo. Allí me espera toda la familia. Todos se sorprenden al saber que era una niña, incluso nos... ¿alivia? No sé por qué, si no teníamos preferencias.

El papá sale al patio. No para de llorar. está desconsolado. Yo estoy muerta de hambre. Son casi las once de la noche y llevo sin comer nada desde el desayuno. Pido un bocadillo de jamón (los caprichos que no se pueden durante el embarazo) que me trae mi padre. Me traen antibiótico y unas pastillas. Son para evitar la subida de la leche. Ni siquiera había pensado en ello. Sólo son 20 semanas...

El papá está desolado y prefiero que se vaya a casa. Mi madre se queda conmigo. Agradezco no compartir habitación. No dormimos mucho, lloramos y hablamos, reímos incluso. No puedo olvidar a una chica embarazada, muy joven, que paseaba por el patio, intentando ayudar a su cuerpo a dilatar. Esa imagen me produce ternura y algo parecido a la rabia, todo a la vez.

Al días siguiente me miran. Está todo bien y no hace falta legrado. El papá llega. Está más tranquilo. Me alegro de ver que le ha ido bien alejarse de todo esta noche. Unas horas más y me dan el alta, con un montón de medicación. Tengo muchas ganas de llegar a casa, aunque una vez allí me siento rara. Necesito que todos sepan lo que ha pasado, siento que voy a desfallecer como alguien me pregunte por el embarazo. La familia, amigos y conocidos son muy respetuosos. Mandan mensajes pero se abstienen de visitas y llamadas. Las pocas que recibimos se encarga el papá de contestarlas. Pobre...

El papá me propone abrir una botella de vino, el que nos gusta, y brindar por nuestra pequeña, que nos dio casi 5 meses de alegría. Me emociono tanto... Es nuestro pequeño ritual y me permito unos sorbitos, a pesar de la medicación que estoy tomando. Agradezco que su jefe le haya dado unos días libres. ¿Por qué no se tendrá en cuenta que los hombres necesitan una baja? También ha perdido a su hija.

Los días que siguen son extraños. Sentada en el sofá noto algo en mi vientre. ¡La niña se ha movido! Pero vuelvo a la realidad y me doy cuenta de que ha sido un retortijón del útero que va volviendo a su sitio. Lo mismo me pasa con el sangrado. No puedo evitar asustarme cada vez que voy al baño. Tengo que recordarme que ya no estoy embarazada.

Busco y busco en libros, en la red: corioamnionitis. En el fondo debería agradecer que mi cuerpo hiciera su trabajo y provocara el parto. La infección podría haber sido terrible para mí también. No sé si eso me consuela o no.

Acaba el fin de semana y el papá tiene que volver a trabajar. Me paso el día delante del ordenador, buscando qué pudo haber pasado. Lloro, grito y me desespero. Me acaricio el vientre, desconsolada: Yo la quería, yo la quería aquí dentro. La ansiedad se apodera de mí. No he visto a mi hija. ¿Cómo era?  Me arrepiento de no haberlo hecho, necesito hacerme a una idea. Busco imágenes de fetos de 20 semanas, pero todo me parece desagradable. Quizás hice bien... Pero la ansiedad continúa. No tengo ni una ecografía, mi cartilla de embarazo se quedó en el hospital, pienso mil veces en recuperarla, pero por otro lado pienso si será mejor así... ¡Qué equivocada estaba!

Estoy muy débil. El antibiótico me deja hecha polvo. Tengo algo de anemia. No reconozco mi cuerpo. Mi vientre sigue abultado, pero mi hija ya no está. Es muy extraño.

Poco a poco me voy recuperando y empiezo a hacer "vida normal". Me hago a la idea de que no he perdido nada, más que la ilusión de tener un hijo. Me refugio en pensar en mi próxima maternidad. Pero la ansiedad continua. Algo no está bien.

Al mes nos dan los resultados de la autopsia: ha sido mala suerte, no tiene por qué volver a ocurrir. La ginecóloga es la misma que me atendió al llegar a urgencias. Me dice cuánto lo siente y le sorprende verme tan animada. Me dice que después de una regla podemos volver a intentarlo, si queremos. A mí me preocupa mi SOP, pero me dice que por eso mismo, ahora es un buen momento.

A partir de entonces mi única ilusión es que me venga la regla para poder intentarlo de nuevo. Llega a los 39 días del parto. Ahí empiezo a obsesionarme. La ansiedad continua. La segunda regla no llega: estoy embarazada de nuevo. Quiero hacer borrón y cuenta nueva. Tiro a la basura los poquitos recuerdos que me quedan de mi hija mayor. Pero no consigo olvidarla...

dijous, 1 de novembre del 2012

Rituales con significado

Las gerberas son mis flores favoritas. Quizás por ello las elegí como símbolo de mis hijas. No ha sido algo buscado, simplemente surgió. Quise hacer un ritual para despedir a mis hijas y elegí las dos cosas que más me recuerdan a ellas: el mar y las flores. 

El mar, conscientemente, por su relación con mis embarazos, por ser ese lugar mágico en el que paseaba y nadaba con Júlia; en ese pueblecito donde su papá y yo pasamos tan buenos momentos y donde concebimos a Aina.

¿Por qué elegí las flores? Imagino que tiene que ver con mi pasado. Mi hermana murió a los pocos días de nacer y recuerdo ir al cementerio a llevarle flores, cada año, tal día como hoy. Mi madre siempre ha puesto un especial empeño en elegir flores preciosas, a las que dábamos un beso para que llegara a mi hermana. Supongo que crecí relacionando las flores con los bebés que ya no están.

Cuando imaginaba nuestro ritual en mi cabeza veía gerberas. Al ir a la floristería, lo confirmé. Me sorprendí buscando dos gerberas rosas, a mí que nunca me ha emocionado ese color...

Así que el 12 de marzo dejamos ir a esas dos florecitas en el mar, dejamos ir a nuestras hijas. Fui un ritual sanador, no sabría explicar el porqué, pero, a pesar de las lágrimas, sentí mucha paz, sentí que podía seguir adelante.

Cada pequeño detalle que elegí para ese ritual, con el tiempo, va cobrando significado. Hoy he descubierto otro más: según el significado de las flores, las gerberas tienen que ver con la inocencia, la pureza. En algún sitio he leído, más en particular, con la inocencia y la pureza de los niños. Tienen que ver con la belleza de la vida y la energía positiva de la naturaleza. Y, sobretodo, con la alegría. Concretamente las gerberas color rosa suave, significan admiración y simpatía; las de color rosa más oscuro son un símbolo de gratitud.

Inocencia, pureza, belleza, naturaleza, alegría, admiración, simpatía, gratitud... Todo eso y más siento hacia mis pequeñas. La gerbera tenía que ser su flor.

Un dia per recordar

Confitets,

Avui és Tots Sants. Mai ha estat un dia significatiu per a mi. Em supera aquesta tradició de visitar els cementiris.  De totes maneres volia fer alguna coseta per a vosaltres: si avui és un dia per recordar les persones estimades, vosaltres també ho mereixeu.

Però la padrina s’ha avançat. Com que avui serà fora de casa em va fer arribar un ram amb dues flors, les vostres flors, i dues espelmes, per encendre-les per a vosaltres. I així ho he fet.


He tengut la curiositat per aquest dia i he trobat aquest escrit:

La diada de Tots Sants, l’1 de novembre, i la dels Difunts, el dia 2, són les dates en què molta gent recorda als seus familiars difunts. Es tracta d'un moment en què tradicionalment hom creu que s'interrelacionen els dos móns, el dels vius i els dels morts. L'1 de novembre, els vius visiten als morts i el 2 de novembre a l'inrevés, els morts visiten als vius.1

Tant de bo aquestes visites es poguessin fer realitat! Si més no, us sentiré aprop.

Vos estim petitones meves. Vos record avui i cada dia.

1  Text extret de festes.org

dilluns, 29 d’octubre del 2012

Siete mariposas

Diferentes símbolos de Júlia y Aina me acompañan en mi día a día. No tengo apenas recuerdos tangibles de ellas, así que los voy creando. Cada nueva "joya" que encuentro en mi camino y que me conecta con ellas es una alegría.

Esta llegó hace un par de meses, pero no me acordaba de hacerle la foto para traerla a su rinconcito especial. Estas son las siete mariposas que me acompañan en mis viajes en coche:


Tienen su propia historia. 

La verdad es que la imagen de mariposa siempre ha ido ligada a mi vida y a la infancia en general. Mi casa está llena de mariposas que me han regalado, por una parte el papá, mi familia y, por otra, los niños y niñas que, por suerte, se han cruzado en mi camino y me han enseñado tanto.

Centrémonos, que la historia no es esa.

Fui a comprar algunas cosas para el cole. Buscaba unas bolsas de tela y las que más me gustaban venían con esas mariposas dentro. No eran especialmente bonitas, o no de mis preferidas, pero ya las utilizaré para algo, pensé. Cuando voy a pagar la cajera me dice que falta una mariposa en una de las bolsas: ¿Quieres ir a por ella? Sólo hay siete. Siete mariposas, siete. Nuestro número. No, así esta bien, gracias.

Para los que creen en las casualidades, la historia acaba así, sin ninguna otra lectura. Para mí, gran escéptica hasta que llegó la maternidad, estas pequeñas experiencias se convierten en mágicas, en señales de mis pequeñas florecitas. Situaciones que me recuerdan que soy madre de dos preciosas niñas a las que no puedo abrazar pero que quiero con el alma, y que me hacen creer que, de alguna manera, siguen conmigo.

Simplemente lo siento así y es lo que quiero, porque me da la gana y porque me hace feliz.

dissabte, 20 d’octubre del 2012

El primer año de Àuria

Si todo fuera diferente ayer, 19 de octubre, Àuria, hubiera cumplido un año. Si todo hubiera sido diferente hubiera soplado su vela con la ayuda de su papá y su mamá. Pero la vida quiso para ella y su familia algo diferente... Àuria se fue demasiado pronto.

De todas formas, estaba allí, de esa manera especial que sólo conocemos los padres y madres de bebés estrella, de bebés de luz, de niños del agua, de angelitos... No es lo que desearíamos, pero hay tanto amor en esa manera de vivirlo... Hay tanto amor en ese papá y esa mamá por su hija, que se contagia.

Mil petonets, petita. Felicitats!
Una abraçada gran, Gemma. I gràcies! Abraçades també per al papà!

dilluns, 15 d’octubre del 2012

Ola de Luz Mundial

Hoy, 15 de octubre, es el Día Internacional de la Muerte Perinatal y Neonatal. Entre las 19.00 y las 20.00 se ha convocado una Ola de Luz Mundial para todos esos bebés que se fueron demasiado pronto.

Aquí está mi vela, con tres llamas: una por Júlia, otra por Aina y otra por todos los bebés de luz, que siguen viviendo en el corazón de sus padres y madres.


Miles de besos soplados para todos ellos, allá donde estén.
Vos estim, petitones meves.

diumenge, 7 d’octubre del 2012

Senyals de papallona

Confitets meus,

Avui el papà i jo hem anat amb en Nano i en Truc a una fireta dedicada als animals. Moltes vegades he pensat en quina seria la vostra relació amb ells... Segur que us encantarien els cans, com a nosaltres.

El papà ha col·laborat un poquet amb una associació que es dedica a la recollida, acollida i adopció i hem anat a veure'ls. Volíem comprar alguna coseta per ajudar. Hi havia objectes per a animals, però també bijuteria feta a mà.

I l'he vist, un clauer petit amb dues papallones roses, una gran i una petita. Havia de ser per a mi, per a nosaltres, un altre nou record.

Aquí el deix, com a part de la nostra història juntes, d'aquests senyals que em deixau per sentir-vos més aprop. En dia 7, no podia ser d'altra manera.


Us escric mentre les vostres espelmes estan enceses. Les flames ballen, una més gran, l'altre més petita, com cada mes, a la vostra hora, estau presents.

Vos estim tant...

Set i tretze mesos

Avui m'he despert recordant tot allò que va passar dos dies 7, temps enrere.

Júlia, fa 13 mesos eres dins meu. Era a l'hospital, amb el coll de l'úter esborrat, en repòs absolut esperant un miracle que no va arribar. Cinc hores després deixaries el meu cos per sempre. 

Aina, la meva nina valenta. Fa set mesos era a l'hospital també. Estava decidint provocar el part que et deixaria descansar a la fi, després d'un dia lluitant per viure sense líquid. 

Feia temps que no m'emocionava pensant en vosaltres i la veritat es que ja ho necessitava. És cert que ja no fa mal, o no tant de mal, però això no lleva que caiguin les llàgrimes en recordar aquells dies. Els més difícils de la meva vida. 

No em cansaré mai de donar-vos les gràcies per triar-me com a mare. He après tant que no puc fer mes que agrair-vos el temps que vareu estar amb mi. M'hagués agradat que tot hagués estat diferent, però per alguna raó m'ha tocat ser la mare de dues petites floretes i n'estic ben orgullosa.

Vos estim, cada dia més.

dissabte, 6 d’octubre del 2012

Exigencias

No sé si será la ilusión, las ganas o la impaciencia, pero creo que las mujeres, en general, cuando se trata de la maternidad, somos demasiado exigentes con nosotras mismas. Puede que sea cultural o viene grabado en el ADN... O quizás las dos cosas..

Hablemos de tópicos: Una pareja decide tener un hijo. Dejan de tomar precauciones y, en unos meses, test positivo. Otros meses más y llega el bebé.

En resumen esa es la imagen que toda persona tiene en la cabeza cuando se plantea ser padre o madre. Nadie te habla de las dificultades que te puedes encontrar en el camino, o quizás es que no queremos verlas. Es complicado intentar ser positiva siendo consciente de que no todo es de color de rosa.

Empezando por ovular. Algo que en las mujeres se supone tan natural, no siempre lo es. Las causas pueden ser muy diferentes pero, en cualquier caso, siempre acaban haciéndote sentir que eres “defectuosa”.

Si finalmente consigues ”normalizar” este tema, llega la concepción. En esto todo el mundo tiene su truquillo, su consejo que darte: hacer los deberes días sí y día no, o únicamente entre los días tal y tal del ciclo, en la postura así o asá para ayudar a los bichines, luego piernas para arriba un buen rato… Todo esto estando, por supuesto, relajada al máximo, disfrutando del momento, sin pensar en embarazo. ¡Toma ya!

Cuando eso no funciona lo completas con gráficas del moco cervical y la temperatura basal, así te cercioras de cuando son tus días fértiles. Además tienes en el mercado cantidad de pócimas mágicas en diferentes formatos, para ella y para él, incluidos unos test (de "módico" precio) que te dicen si estás o no ovulando. Con todo esto haces el planning en tu agenda de los días en los que te toca tener relaciones sexuales. Por supuesto relajada y disfrutando.

Me estoy acordando de la película Maybe baby.

Puede que se consiga un estado zen durante un tiempo pero cuando los meses pasan… ¡Ojo! Que no digo que todas esas cosas no funcionen (aunque tenga mis dudas) pero, ¿cómo puede mantener una mujer su autoestima en alza con tanta presión? Y ellos, ¿cómo lo viven? ¿Cómo se ve afectada su “hombría”? ¿Qué pasa con la pareja?

Entre medias llega algún retraso que devuelve la ilusión por unos días. Pero, de nuevo la caída y la pregunta ¿qué estoy haciendo mal? Mientras, a su alrededor, los embarazos van llegando. ¿Y por qué yo no?

Supongo que todo esto es lo que me hace decidir mirar esta nueva etapa de otra manera. Por suerte no he vivido todas las situaciones anteriores, aunque he tenido mis momentos... Me preocupa, quizás en exceso, que la búsqueda llegue a afectarme así y me niego, me niego... Se ve que también tengo exigencias conmigo misma... ¿Por qué será tan difícil dejarse llevar?

Nueva etapa, ¿nuevo embarazo?

Hace días que le doy muchas vueltas al tema del embarazo. Esta nueva etapa de "buscar sin buscar" que estamos empezando hace que mi mente vaya por caminos no deseados. Será momento de descargar...

Así que, a pesar de que este blog nació con mis hijas y para ellas es, quiero abrir un nuevo espacio en él con mis pensamientos sobre el embarazo. Inevitablemente tiene que ver con ellas, porque nada será igual después de su partida y porque siempre me acompañan.

Será que se acerca el 7 y siento la necesidad de “parir” algo nuevo...

diumenge, 16 de setembre del 2012

Benvinguda, Aina!

Acabo de llegar de conocer a Aina. Es su primer día en esta vida. Un precioso bebé arcoiris que ha venido a llenar de luz y color la vida de sus padres y, de paso, también la mía. 

Me encanta que, sin saberlo sus padres, hayan elegido para ella el nombre que también lleva mi pequeña. Ella estaba en el mundo acuático de su mamá cuando yo tenía a mi Aina en el vientre. Así que su llegada me llena de alegría, de esperanza y de ilusión. 

Benvinguda, Aina! Et desig tota la felicitat del món en aquesta vida que ara comences. Besadetes dolces per a tu.

dimarts, 11 de setembre del 2012

Imágenes de cumpleaños

En este lugarcito hay un post "Imágenes para nuestra historia", que voy editando y completando con todas aquellas fotografias que me van regalando las mamás de SUA. Muchas de ellas tienen una habilidad especial para encontrarlas, para elegirlas. Es una manera más de crear recuerdos, de recrear los ojos, la mente y el corazón con bonitas imágenes. Cada vez que llega una, me enternece.

Esta vez me apetece recopilar en un lugar diferente las que han llegado para Júlia, para celebrar su primer cumpleaños en mi corazón. Sólo ellas pueden entender lo importante que es darle un significado especial a esta fecha.

Mil gracias Maira, Ceci y Elena.







diumenge, 9 de setembre del 2012

El camino del duelo

He hablado por aquí muchas veces de SUA. Son las siglas del foro Superando un aborto. Lo descubrí días después de perder a Aina y ha sido mi tabla de salvación muchas veces. Es un rinconcito donde madres, padres y familiares que han sufrido pérdidas gestacionales (algunas también perinatales), del tipo que sean, nos sentimos libres para hablar de nuestros sentimientos, de nuestros hijos e hijas, sin miedo a ser juzgad@s. Un lugar dónde estar acompañad@s, contenid@s, escuchad@s, respetad@s...

Al contrario de lo que mucha gente cree, no es lugar triste. Si es cierto que llegamos a él con mucho dolor, pero poquito a poco, nos acabamos contagiando de la esperanza, la ilusión y el amor que allí se respira.

Este es el enlace: Superando un aborto

Desde el foro nos propusieron un ritual: hacer un camino. Tiene un gran significado, ya que, como en el duelo, siempre se avanza, aunque nos vayamos encontrando con diferentes obstáculos. A veces el camino es más llano, pero a veces hay grandes cuestas, piedras... A veces tenemos que parar, por el cansancio, incluso retroceder... Pero incluso eso nos sirve para ver el camino ya hecho y todo aquello que nos acompaña a nuestro alrededor.

La idea era acompañarnos durante el camino por un molinete de viento para que nuestros pequeños y pequeñas lo hagan girar a través del viento.

Nosotros hicimos el camino ayer. Coincidiendo que había sido el aniversario de Júlia, quería visitar de nuevo el mar donde dejamos ir sus florecitas. Para llegar hasta él hay que hacer un camino, pero decidimos no utilizarlo y llegar al lugar  bordeando la costa. No es el camino fácil, pero el duelo nunca lo es.

Fue un momento muy simbólico para mí. Elegí un molinete en forma de flor y me puse el vestido que llevaba el último día que Júlia y yo pasamos juntas. El camino no fue fácil, pero llegamos, juntos. Y así volvimos, después de lo avanzado, por un camino mucho menos complicado.

Empezamos

Bordeando la costa

Montañas de algas

Piedras y charcos

Más algas

El camino recorrido

Rocas y agua

Llegamos al lugar

Aquí descansan mis pequeñas




El molinete girando al viento

Volvemos por el camino más llano

Juntos