dijous, 4 d’abril del 2013

El mar de mis hijas

"El mar es tripa" escuché decir una vez. Estoy de acuerdo. El mar me conecta con mi parte más visceral y eso es muy complicado en alguien tan cerebral como yo.

Quizás por ello decidí ubicar a mis hijas en el mar. Realmente allí no están sus cuerpos. No los recuperamos, ni siquiera sabíamos que fuera posible. Pero no importa. Allí dejamos ir sus flores, sus símbolos. En el mar nos despedimos de ellas, las dejamos ir. En el mar las siento cerca. 

Si hubiera podido hacerlo, allí hubiera dejado sus cenizas. No me imagino a mis niñas en un cementerio. Prefiero su mar, las olas, el viento, las rocas, la arena, el paseo hasta llegar allí... 

Hemos ido a pasar unos días al mar de nuestras hijas. "A llevarles flores a las niñas" que decimos nosotros. Les llevamos las que nos regalaron en Semana Santa. ¡Vaya olas! Las flores no hacían más que volver a la orilla, una y otra vez. 


Así que el papá les preparó un jarrón natural de roca y agua salada.


El día después el mar se había calmado y fuimos a la playa. Las olas habían llevado a la orilla una gran cantidad de piedras. Con ellas escribimos su nombre en la arena.



Es bonito hacer estos rituales ahora, cuando el dolor ya se fue. Se queda otro sabor de boca, todo es dulzura. Había risas porque los perros querían coger las piedras y se unían a escarbar si intentaba escribir en la arena. Se ve que ellos querían colaborar también. Fue bonito y agradable.

Han sido días preciosos de pareja, de familia. Disfrutando de mi vida, de ésta, de la de ahora.

2 comentaris:

  1. M'encanta aquesta entrada... vos estim familia!

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  2. I a mi m'encantes tu!!! ;)

    Nosaltres també t'estimam "mil y el piquito no tiene fin"

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