divendres, 1 de març del 2013

Me gusta hablar de mis hijas (II)

Os pongo en situación. Fiesta de cumpleaños del hijo de unos buenos amigos. Hacia el final quedábamos unas 6 o 7 personas, familiares de mis amigos, que vemos de año en año. 

Yo estaba jugando con la hermana del cumpleañero, un bebé de 4 meses. Uno de los asistentes de repente pregunta: ¿Pero tú no tenías dos? De repente, se hace el silencio... ¡Ya estamos! Situación incómoda para tod@s, menos para mí, que me da la oportunidad de reconocerme socialmente como madre: "Y tengo dos hijas, en el cielo", contesto. Lo suelto con total normalidad, sin dejar de jugar con la pequeña, evitando así, mirar las caras de vaya-metedura-de-pata que hay a mi alrededor. 

No puedo evitar reírme cuando lo pienso... 

Él seguía como reafirmándose, hablando bajito en plan "¿Ves? Ya sabía yo que tenía dos", mientras su mujer y demás se lo comían con la mirada. Tendría que haber ayudado un poco, diciendo lo agradecida que estaba por haberlo tenido en cuenta, pero estaba tan contenta (y sorprendida) por no haber sentido la necesidad de negar a mis hijas para protegerme, que con eso me quedé.

Hace pocos días, en el trabajo, hablando de embarazos con una compañera (¡qué suerte de compañeras tengo!), una de las maestras que acaban de llegar me pregunta: "¿Tu también tienes hijos?". "Sí, tengo dos hijas, pero no llegaron a nacer", respondo. Y seguimos conversando y riendo sobre los "caprichos" durante el embarazo con total normalidad. 

Qué alivio siento al poder contarle al mundo que mis hijas existieron, y las sigo teniendo presentes.

A pocos días del primer aniversario de Aina, puedo decir que vivo un momento dulce del duelo. Esa hermosa tristeza de la que hablaba Ceci en la entrada anterior.

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