dimarts, 26 de març del 2013

Cómo me convertí en mamá

Sé que ya lo he contado alguna vez, pero permitidme que me repita. Me gusta leer como cambia mi manera de escribir a medida que el tiempo va pasando. Además, esta vez quiero ser capaz de recordar todos los detalles. 

Después de varios días dudando entre si saber o no saber, observando mis pechos diariamente, pegándome unas siestas de campeonato y llorando por cualquier cosa, me decidí a comprar una prueba de embarazo. 

Miércoles 18 de mayo de 2011. Con la excusa de ir a ver a mi madre paso por la farmacia. No quería decirle nada al papá. Después de varias decepciones durante los meses de amenorrea, no estaba muy convencido de "haber acertado". Hay que decir que entre una cosa y otra tampoco estuvimos muy activos, así que las probabilidades se reducían. No sé si es que esperaba ver en mí los típicos síntomas que salen en las películas y que nunca he tenido. Yo creo más bien que no quería ilusionarse demasiado.

De camino a la farmacia estoy entre ilusionada y asustada. Recuerdo que estaba muy cansada, tenía ganas de irme a dormir. Tengo grabado en la memoria el momento en que cruzaba un paso de peatones. Ahí iba yo, paseando con mi hija sin saberlo.

Entro en la farmacia esperando no encontrarme a nadie conocido. ¡Menos mal! Me da un poco de vergüenza pedir la prueba de embarazo (tengo un "trauma infantil" con lo de pedir en cualquier establecimiento, pero esa historia no viene a cuento). El farmacéutico me sirve. "Que no sea Clear Blue", pienso, casi cruzando los dedos. 

Esta especie de superstición con los test de embarazo es una tontería, pero esa fue la marca de la primera prueba de embarazo que me hice más de un año atrás (cuando la amenorrea), y al ver en la pantallita la frase "no embarazada" me cayó tan mal... Podrían poner algo más animado tipo "siga jugando" (por si alguien de la empresa lee esto, aquí dejo la idea).

Sí, lo sé, ya me he ido por las ramas.

Seguimos. 

Pues parece que el farmacéutico oye mis pensamientos y me ofrece otra marca. Le pago (¡vaya precios!, por cierto, ya es que si te llevas una alegría es lo que menos te importa) y al despedirse me dice: "que haya suerte". De repente, se queda como cortado, y rectifica: "Bueno, si es deseado". Me río: "Sí, sí, lo es. ¡Gracias!".

De camino a casa voy dándole vueltas "Tengo que ser capaz de esperar a mañana". La paciencia no es una de mis virtudes, pero prefiero hacerla con la orina de la mañana, cuando los niveles de hCG son más altos. No vaya a ser que dé negativo y ya estoy comiéndome la cabeza de nuevo. Pienso si sería mejor haber comprado dos, así podría hacerme una al llegar a casa y tengo "plan b" si da negativo.

Me gusta saber que estos momentos los estaba compartiendo con Júlia, aunque yo aún no lo supiera.

Dejo la prueba en el bolso, allí el papá no la verá. Pongo mi despertador media hora antes que el suyo y me paso la noche en vela planeando cómo se lo diré al papá, a quién más se lo diremos, qué voy a hacer a partir de ahora, cuando nacerá, etc, etc, etc. Tanto y tanto pensé, que al final me quedé dormida y me desperté al mismo tiempo que el papá. Primera lección de mi hija: no hagas tantos planes, las cosas no siempre salen como esperamos.

Ahora viene lo importante: ¿Cómo hacer para que el papá no me vea si compartimos baño? En estas ocasiones una se arrepiente de no tener dos baños en casa.

Para hacer la situación más cómica si cabe, hay que imaginárselo (muchas de las cosas que tienen que ver con Júlia necesitan de mucho sentido del humor). En el salón, abriendo el test de embarazo sin sacar la caja del bolso (ni McGyver). Me la llevo al baño camuflada bajo alguna prenda de ropa (que no recuerdo). Me siento en el váter. Me estoy meando, pero espero a que el papá salga para poder poner la prueba debajo de la orina. Intentando apuntar, sujetando la prueba con la mano, entre las piernas, con los muslos cerrados porque el papá no dejaba de entrar y salir del baño. No sé ni cómo pudo ser una prueba válida.

En una de las salidas, aprovecho para dejar la prueba en el taburete del baño, bajo algunas prendas. Ahora toca esperar y voy a vestirme. Vuelvo a los 30 segundos y veo dos rallitas moradas. Creo que sólo quien ha vivido esto puede entender la alegría y el pánico que se apoderaron de mí en ese momento. Iba a ser madre. ¡Ya era madre!

A todo esto el papá venía a despedirse y le planté el test frente a los ojos. "¿Y esto qué quiere decir?", pregunta. "Si te lo enseño, ¿a ti que te parece?", contesto mientras me subo en la nube que me acompañará durante todo el día. Nos miramos con cara de tontos, nos abrazamos... ¡Somos tan felices!

Ese 19 de mayo de 2011 será para siempre uno de los más importantes de nuestras vidas. Aunque Júlia llevaba conmigo algunas semanas, ese día me convertí conscientemente en su mamá.

2 comentaris:

  1. Lo de "el siga jugando" es genial. No creo que sean más fiables que otros tests que venden en el mercado bastante más baratos. Y encima se borra el resultado cuando se gasta la pila. No lo puedes guardar de recuerdo. Me encanta leerte.

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  2. Además, no hay nada más mágico que las dos rallitas... Ver como va tomando ese color moradito... ¡Qué emoción!

    Yo he llegado al punto de que, si el farmacéutico me ofrece el "Clear Blue", doy por hecho que no estoy embarazada. No hace falta hacer el test. Jejeje.

    ¡Menuda publicidad les estoy haciendo!

    Gracias por leerme. A mi también me encanta leerte a ti

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