diumenge, 18 de novembre del 2012

Vaciando la mochila

Siento que debo compartir uno de los aprendizajes más importantes que he hecho en el camino del duelo y de la vida. 

Siempre he sido previsora, más bien, controladora. Tengo la mala costumbre de adelantarme a lo que me va a pasar, sopesando todas las opciones, eligiendo cuál es la más acertada. Tengo soluciones hasta para las situaciones que no han ocurrido aún y puede que nunca pasen. Llevo en la espalda una mochila llena de remiendos para todos los casos hipotéticos que me pueda encontrar en este camino de la vida. Es tal la cantidad de peso innecesario, que no me permite disfrutar del viaje. Hace que sea agotador. 

Por otro lado, esa visión de la meta, del objetivo a cumplir, las prisas, hacen que sea incapaz de pararme y observar lo hermoso del paisaje. ¡Me estoy perdiendo tantas cosas bellas que ocurren a mi alrededor!

Por suerte (y bien acompañada) he podido ser consciente de ello. Aunque después de 33 años de funcionar así, no es fácil modificarlo. Bueno, creo que de niña era capaz de vivir más al día, o eso espero. Me pregunto cuándo, cómo y por qué empecé a cambiar...

Poquito a poquito, pasito a pasito, estoy empezando a identificar todas esas cargas que llevo de más en mi mochila personal. Estoy consiguiendo dejar de lado aquellas que no necesito para este momento concreto de mi vida. De nada me sirve intentar solucionar algo que no está ocurriendo y que, seguramente, si ocurriera, no sería de la manera que yo tengo prevista. ¡Hay tanto que escapa de mi control y es tan complicado aceptarlo!

Aún queda trabajo por delante, mucho por vaciar. Una no siempre elige los pensamientos que llegan a su cabeza. Pero ya me siento más ligera. 

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